El viejo topo

En el número de mayo de 1917 de Spartacus, el periódico de la ilegal Spartacusbund (Liga Espartaco) de Alemania, aparece este nuevo artículo sobre la Revolución Rusa, sin firma, escrito por Rosa Luxemburg desde la cárcel.

Estaba inédito en español, y hoy por primera vez lo publicamos en nuestra lengua en traducción directa del alemán. Ya en abril de 1917 había escrito sus primeras observaciones sobre la revolución, que también habíamos publicado en forma inédita en nuestro idioma. Impresiona en el artículo la claridad de la visión política y de los posibles desarrollos de la revolución que tiene Rosa, aún en las condiciones deplorables de encierro y de desgaste físico que sufría en la cárcel. Para tener un acercamiento a la apasionante vida de esta mujer revolucionaria, invitamos a leer la última publicación de Ediciones IPS, lanzada en estos días, La Rosa Roja. Biografía gráfica de Rosa Luxemburg de Kate Evans, hermosamente ilustrada.

Fuente: “Der alte Maulwurf”. Spartacus N ° 5, mayo de 1917, en la antología Spartacusbriefe, Dietz Verlag, Berlín, 1958, pp. 322-329.
Traducción y notas: Guillermo Iturbide

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El viejo topo

Por Rosa Luxemburg

Mayo de 1917

Con el estallido de la Revolución Rusa se ha superado el punto muerto al que había llegado la situación histórica con la continuación de la guerra y el fracaso simultáneo de la lucha de clases proletaria. Durante casi tres años nos sofocamos viviendo en una Europa con un aire repleto de moho, pero es como si de repente se abriera una ventana y entrara una corriente de aire fresco y vigorizante que se puede respirar profundamente. Los “libertadores alemanes” lucen particularmente ansiosos ante la escena de la Revolución Rusa. La pleitesía lastimera de los gobiernos alemán y austrohúngaro a los “mendigos y conspiradores” y la tensión y ansiedad con la que captan toda expresión de Cheidze y de los consejos de obreros y soldados en relación con el tema de la guerra y la paz, son ahora una confirmación tangible del hecho al cual incluso ayer los socialistas de la oposición del Grupo del Trabajo(1) se oponían sin comprenderlo: a saber, que ningún “entendimiento” diplomático, ni tampoco ningún mensaje de Wilson ofrecen una salida del callejón sin salida de la Guerra Mundial; esto solo es posible mediante la acción revolucionaria del proletariado. ¡Los vencedores de Tannenberg y Varsovia ahora esperan temblando que los proletarios rusos, que “la calle” los “libere” del sofocante nudo corredizo de la guerra!

Sin embargo, el proletariado de un solo país no puede desenredar este nudo ni siquiera haciendo el mayor heroísmo. La Revolución Rusa crece por sí sola para convertirse en un problema internacional. En sus esfuerzos por lograr la paz, los trabajadores rusos se ubican en un agudo conflicto no solo con su propia burguesía, a la que intentan reprimir, sino también con los capitalistas ingleses, franceses e italianos. Los gruñidos de la prensa burguesa de los países de la Entente, el Times, Matin, Corriere della Sera, muestran que los capitalistas de Occidente, estos campeones valientes de la “democracia” y de los derechos de las “pequeñas naciones”, hora tras hora mascullan rabia viendo el progreso de la revolución proletaria, que se ha fijado como meta poner fin al reinado absoluto del imperialismo en Europa. Estos capitalistas de la Entente ahora ven en la burguesía rusa el respaldo más fuerte contra el proletariado ruso, que se pone de pie para luchar por la paz. Pueden ejercer, y seguramente lo están haciendo hoy de todas las formas posibles, todo tipo de presión sobre Rusia: diplomática, financiera, comercial. ¿Revolución liberal? ¿Gobierno provisional de la burguesía? ¡Hermoso! Fueron reconocidos inmediatamente en forma oficial y acogidos como garantías de un endurecimiento militar de Rusia, como herramientas obedientes del imperialismo internacional. ¡Pero ni un paso más allá! Si la Revolución Rusa muestra su esencia proletaria, se vuelve lógicamente contra la guerra y el imperialismo, y entonces los amados Aliados mostrarán inmediatamente los dientes y buscarán, de todas las formas posibles, ponerle un freno. De allí que el proletariado socialista de Inglaterra, Francia e Italia tiene ahora el deber ineludible, si no quiere traicionar al proletariado revolucionario ruso que lleva adelante una lucha desigual –no solo contra la burguesía rusa, sino también contra la de Occidente- de agitar la bandera de la rebelión contra la guerra mediante acciones de masas en sus propios países, en contra de sus propias clases dominantes. La intromisión actual de las potencias de la Entente en los asuntos internos de la Revolución Rusa es un llamado de honor a los trabajadores de esos países, para que protejan a la revolución mediante un ataque por los flancos contra sus propias clases dominantes para obligarlos a que se avengan a la paz.

¡Y ahora la burguesía alemana! Con una sonrisa penosa y un ojo que llora amargamente observa la acción y el poder del proletariado ruso. Malacostumbrada a ver en su propio país a las masas trabajadoras simplemente como carne de cañón militar y política, le gustaría utilizar al proletariado de Rusia más bien para sacarse de encima a la guerra. El imperialismo alemán en este momento está en serios problemas en Occidente y en Asia Menor, mientras que internamente está en apuros debido a los problemas en la distribución de alimentos. Por este motivo, quiere desentenderse del asunto en forma ordenada tan pronto como sea posible, para prepararse y rearmarse mejor para otras guerras. Para ello le serviría la Revolución Rusa por su tendencia proletaria y socialista hacia la paz. Es la misma especulación del imperialismo hacer negocios con la ayuda de la Revolución Rusa de la misma manera que lo hacen las potencias de la Entente, solo que desde el lugar opuesto. Las potencias occidentales quieren arrastrar la tendencia liberal-burguesa de la revolución al carro del imperialismo para continuar la guerra hasta la derrota de sus rivales alemanes. El imperialismo alemán quiere hacer que la tendencia proletaria de la revolución le sirva para escapar de una derrota militar inminente. ¿Y por qué no, señores? Si la socialdemocracia alemana sirvió con tanto coraje al propósito de enmascarar el asesinato en masa como una “guerra de liberación” contra el zarismo, entonces ahora la socialdemocracia rusa debería ayudar a los “liberadores” a zafarse de la situación espinosa de una guerra que salió mal. Los trabajadores alemanes han participado en la guerra cuando le convenía al imperialismo, entonces el proletariado ruso también debe hacer la paz cuando le conviene.

Sin embargo, no es tan fácil tratar con Cheidze como lo es con los hombrezuelos del estilo de Scheidemann(2). Con un “anuncio” apresurado a través del periódico Norddeutsche Allgemeine Zeitung y despachando rápidamente a Scheidemann(3) a Estocolmo para entablar “negociaciones”, lo máximo que van a conseguir de parte de los socialistas rusos de todos los matices va a ser una patada. Y en cuanto a un "arreglo" de una paz separada con Rusia entre gallos y medianoches, que tanto les gustaría a los “liberadores” alemanes y que se transforma en una urgencia para ellos, es imposible de hacer. Para que el proletariado ruso pueda hacer triunfar su tendencia hacia la paz, debe ocupar una posición cada vez más preponderante en el conjunto del país, para que su acción de clase crezca en proporciones gigantescas en lo que hace a alcance, ardor, profundidad y radicalismo y que la socialdemocracia arrastre en su movimiento o haga a un lado a todos los elementos que han sido engañados por el nacionalismo burgués. Este inconveniente claramente visible e inevitable, pero tan formidable, de la tendencia hacia la paz de Rusia es el que los “liberadores” alemanes ahora observan con un gesto de horror mal disimulado. Temen - y con buena razón - que el moro ruso, a diferencia del alemán, después de haber hecho su trabajo no quiera "marcharse" y que las chispas que provienen de allí sobrevuelen los graneros de la vecina Prusia Oriental. Ellos comprenden que solo el despliegue de la energía revolucionaria más extrema en una lucha de clases general por el poder político en Rusia va a cumplir de manera efectiva con la acción de la paz. Pero al mismo tiempo anhelan al viejo y conocido Zar, la “amistad de siglos con el fiel vecino oriental”, el absolutismo de los Romanov. Tua res agitur! ¡Tus asuntos están en juego! Esta advertencia de un ministro de Prusia contra la Revolución Rusa vive en el alma de las clases dominantes alemanas, y los héroes del proceso de Königsberg(4) están todos "en forma tan gloriosa como el primer día". Una república, construida y dominada por el proletariado socialista revolucionario ubicada en su flanco… eso es mucho más de lo que puede tolerar la policía y el Estado militar prusianos. Y su alma policial prusiana también debe confesar su secreto horror en público. ¡Ahora los “liberadores” alemanes juran y perjuran públicamente con el dedo levantado que no tienen intención de estrangular la revolución ni de hacer volver al trono al amado y orgulloso Nikolai! La Revolución Rusa ha obligado a los “liberadores” alemanes a propinarse a sí mismos esta cachetada delante de todo el mundo, y también ha borrado repentinamente de la historia toda la mentira infame gracias a la cual se sustentaron durante tres años la socialdemocracia alemana y la mitología oficial de militarismo alemán. Así es cómo la tormenta de la revolución limpia, erradica las mentiras y desinfecta, así barre con una escoba de hierro toda la mugre de la hipocresía oficial que se había acumulado desde el estallido de la Guerra Mundial y el silencio de la lucha de clases en Europa. La Revolución Rusa le arrancó del rostro la máscara de la “democracia” a la burguesía de la Entente, mientras que al militarismo alemán le arrancó la máscara de supuesto “liberador” del despotismo zarista.

Sin embargo, la cuestión de la paz no es tan fácil para los proletarios rusos como parecen creer Hindenburg y Bethmann. En la actualidad la victoria de la revolución, así como sus tareas más distantes, requiere de un soporte más seguro para el futuro. El estallido de la revolución y la posición de autoridad del proletariado han reducido inmediatamente la guerra imperialista en Rusia a aquella fraseología mendaz de las clases dominantes de todos los países: que se trata supuestamente de una guerra de defensa de la patria. Las masas de obreros y soldados obligaron al Sr. Miliukov y Cía a renunciar a los bellos sueños de Constatinopla y a los encantadores planes de una nueva partición “nacional-democrática” del mundo, y entonces se pasó a utilizar la consigna de la defensa nacional. Sin embargo, el proletariado ruso solo puede terminar con la guerra con una conciencia clara y hacer la paz si se aseguran los logros de la revolución y su progreso continuo sin obstáculos. Ellos, el proletariado ruso, son ahora los únicos que verdaderamente tienen que defender la causa de la libertad, el progreso y la democracia. Y se debe asegurar todo esto no solo contra las vejaciones, la presión y la manía guerrera de la burguesía de la Entente, sino mañana, sobre todo, contra los “puños” de los “libertadores” alemanes. Un Estado policial y militar semi-absolutista no es un buen vecino para una joven república sacudida por luchas internas, y una soldadesca imperialista educada en la obediencia ciega no es un buen vecino para un proletariado revolucionario que se está preparando para las más intrépidas luchas de clase de un significado y duración imprevisibles.

Ya hoy la ocupación de la desgraciada “Polonia independiente” por parte de Alemania significa un duro golpe a la Revolución Rusa. La base de operaciones de la Revolución se encuentra limitada cuando un país que siempre ha sido una de las hogueras más ardientes del movimiento revolucionario y que políticamente estuvo a la cabeza de la Revolución Rusa de 1905, ha sido sofocado y se ha convertido socialmente en un cementerio, en un cuartel alemán. ¿Quién garantiza que mañana, después de la conclusión de la paz y tan pronto como el militarismo alemán haya liberado sus garras de la trampa en la que se encuentra, no va a golpear al proletariado ruso por el flanco para evitar las peligrosas sacudidas del semi-absolutismo alemán?

No nos tranquilizan al respecto las “seguridades” muertas de los héroes de antaño del Proceso de Königsberg. El ejemplo de la Comuna de París está todavía demasiado fresco en la memoria. Después de todo, el gato no va a dejar en paz al ratón. La Guerra Mundial ha desatado una orgía de reacción, especialmente en Alemania, ha revelado tal grado de omnipotencia del militarismo, ha desmitificado la grandeza de la clase obrera alemana, y ha mostrado que la base de las llamadas “libertades políticas” en Alemania son tan vanas y frágiles, que las perspectivas desde este lado se han convertido en un problema grave y trágico. El “peligro del militarismo alemán” para la Inglaterra imperialista o Francia son, por supuesto, patrañas, pura mitología de guerra, el grito de combate de los rivales. El peligro del militarismo alemán para la Rusia republicana revolucionaria, sin embargo, es un hecho muy real. Los proletarios rusos serían políticos totalmente irresponsables si no se preguntaran si la carne de cañón alemana que hoy en día el imperialismo manda a morir en masa no será utilizada contra la Revolución Rusa mañana. Scheidemann, Heilmann y Lensch(5) ya se ocuparán de conseguir una teoría “marxista” para justificar aquello, y Legien y Schlicke tendrán ya listo un convenio para este comercio de esclavos(6), fiel a la tradición patriótica de los príncipes alemanes que vendieron a los niños de su país como carne de cañón al extranjero.

Contra estas preocupaciones naturales sobre el futuro de la Revolución Rusa solo hay una garantía seria: el despertar del proletariado alemán, una posición de poder de los “obreros y soldados” alemanes en su propio país, una acción revolucionaria del pueblo alemán por la paz. Para los soldados de la Revolución Rusa la paz sería una empresa terriblemente dificultosa con Bethmann y Hindenburg. Con los “obreros y soldados” alemanes la paz se firmaría inmediatamente y tendría una base sólida.

Así, la cuestión de la paz en realidad está ligada al desarrollo radical y sin obstáculos de la Revolución Rusa, pero esta última está vinculada en paralelo a la acción revolucionaria por la paz de parte de los proletariados francés, inglés e italiano, y sobre todo alemán.

¿El proletariado internacional va a dejar la confrontación con la burguesía europea solamente en manos de los trabajadores rusos? ¿Va a rendirse ante el furor imperialista de la burguesía inglesa, francesa e italiana y ante el acecho y la amenaza de la burguesía alemana? En este momento la cuestión de la paz se debe formular así.

El conflicto entre la burguesía internacional y el proletariado de Rusia revela el dilema de la etapa final de la situación mundial: o bien seguir con la Guerra Mundial hasta llegar a un baño de sangre generalizado o la revolución proletaria - imperialismo o socialismo.

Y aquí estamos de nuevo frente a nuestras viejas consignas traicionadas de la revolución y el socialismo, que hemos repetido una y mil veces en la agitación y que no hemos tomado seriamente cuando tenían que hacerse carne con el estallido de la Guerra Mundial. Se desprendían lógicamente para todo socialista pensante cuando el asesinato en masa se volvió interminable y sin salida. Por la negativa, se demostró palpable una vez más como resultado del deplorable fracaso de los intentos diplomáticos y del pacifismo burgués. Hoy en día se nos muestra nuevamente en forma positiva, se ha hecho carne en el trabajo, el destino y el futuro de la Revolución Rusa. A pesar de la traición, a pesar del fracaso de las masas trabajadoras en general, a pesar de la desintegración de la Internacional Socialista, se abre camino la gran ley histórica - como el agua de la montaña que se había desviado de su curso habitual y sumergido en lo profundo, pero que resurge de pronto a la luz del día en los lugares más inesperados.

¡Viejo topo, historia, qué bien has trabajado! En este momento resuena otra vez sobre el proletariado internacional y alemán la consigna, el llamado que solo la hora decisiva de un gran giro mundial puede provocar: ¡imperialismo o socialismo! ¡Guerra o revolución! ¡No existe un tercer camino!

Notas:

1. “A.G.“ o Arbeitsgemeinschaft en alemán. Era el nombre con el que se conocía a la oposición centrista a la mayoría de derecha del Partido Socialdemócrata. Estaba dirigida por Kautsky, Haase y Ledebour. En 1917 son expulsados por negarse a seguir votando en el Parlamento los créditos de guerra y forman el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), al cual se integra, como fracción revolucionaria, la Liga Espartaco de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.
2. Juego de palabras intraducible. Rosa escribe “Scheidemännchen”, combinando el apellido de Philipp Scheidemann (el principal dirigente del ala derecha de la socialdemocracia alemana) con la palabra despectiva Männchen (“hombrezuelos”).
3. Aquí nuevamente Rosa utiliza el término despectivo “Scheidemännchen”.
4. Königsberg era una ciudad de la frontera oriental de Alemania, que tras ser ocupada por el ejército soviético desde el final de la Segunda Guerra Mundial forma parte de Rusia y actualmente se llama Kaliningrado. El proceso al que se refiere ocurrió en esa ciudad en 1904, en el que fueron condenados a prisión nueve socialdemócratas alemanes y rusos por el contrabando de literatura marxista ilegal hacia Rusia. Este proceso puso de manifiesto la estrecha cooperación entre las autoridades alemanas y rusas para perseguir a los revolucionarios.
5. Dirigentes del ala derecha de la socialdemocracia alemana.
6. Legien y Schlicke eran burócratas sindicales socialdemócratas. En el congreso de Stuttgart de la Segunda Internacional de 1907 los sindicalistas alemanes se pronunciaron a favor del colonialismo, por eso Rosa habla de “convenio” (Vertrag), es decir, los convenios colectivos (Tarifverträge) que firman los sindicatos, ligado a su posición colonialista.

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