Soviet

Trotsky presidente del Sóviet de Petrogrado (Parte II)

La elección de Trotsky como presidente del Sóviet de Petrogrado reflejaba la mayoría ganada por los bolcheviques entre la vanguardia revolucionaria y se visibilizaba de forma más concreta la posibilidad de que la revolución culminara con la clase obrera en el poder.

Por Emilio Salgado y Jazmín Jimenez

“Marchamos con seguridad hacia el poder”

Trotsky en su libro “Mi Vida” cuenta que, luego del intento de golpe de Estado, “nuestro partido, perseguido, acorralado, calumniado jamás conquistó tantos adeptos como en estos tiempos últimos. Y esta expansión no tardará en transmitirse de la capital a las provincias, de las ciudades a los pueblos y a los cuarteles... Sin dejar de ser ni por un momento la organización de clase del proletariado, nuestro partido, bajo el fuego de la represión, se ha convertido en el verdadero guía de las masas oprimidas, esclavizadas, defraudadas y acorraladas…”. En el Soviet de Petrogrado los bolcheviques aumentaban constantemente, pero en la presidencia no había ninguno. El 22 de septiembre se realizó la votación: “El soviet contaba con bastante más de 1.000 miembros. Se votaba saliendo por la puerta. En la sala de sesiones reinaba una tremenda emoción. Ya no se trataba del buró. Se trataba de la revolución. Iba y venía por los pasillos con unos cuantos amigos. Calculábamos que nos faltarían unos 100 votos para conseguir la mitad, y aun esto lo considerábamos como un triunfo. Luego se vio que habíamos obtenidos más de 100 votos sobre la coalición de socialrevolucionarios y mencheviques. Éramos vencedores. Me convertí en el presidente del soviet. Tseretelli, en su discurso de despedida, nos deseó que nos mantuviésemos en el soviet, por lo menos, la mitad del tiempo que ellos habían estado al frente de la revolución. En otros términos, nuestros adversarios no nos daban más que unos tres meses de vida. Se equivocaron. Marchamos con seguridad hacia el poder”.

Los soviets, máximos exponentes de la democracia real

En su Historia de la Revolución Rusa Trotsky explica “los Soviets son los órganos de preparación de las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder”.

Los trabajadores debían crear sus propios órganos de gobierno: los soviets, contra los órganos ejecutivos del gobierno provisional. Debían unirse con el resto del pueblo pobre para tomar el poder. Tomar las demandas de todos los sectores oprimidos, y de esa forma conquistar la hegemonía, o sea la dirección de la revolución. Para esto era necesario la acción de un partido revolucionario que se enfrentara a los partidos conciliadores, ganara la dirección de los soviets, y, con agudeza estratégica, supiera distinguir los tiempos, saber cuándo atacar y cuando retroceder, cuando prepararse, cuando tomar el poder. Ese fue el rol irremplazable que jugó el Partido Bolchevique.
En ese momento, había quienes defendían la democracia formal, del sufragio universal en contraposición a los soviets. Trotsky discute con ellos afirmando que ese “criterio democrático formalista carece de sentido en tiempos de revolución. En efecto, la revolución se caracteriza por el rápido cambio que se efectúa en la conciencia de clase. Ciertos grupos del pueblo que adquieren experiencia, revisan las ideas consagradas, forman concepciones nuevas, deponen a sus antiguos jefes, nombran otros y avanzan con ellos. En tiempos de revolución, las organizaciones democráticas establecidas sobre la complicada base del sufragio universal quedan inevitablemente al margen del desarrollo que toman las ideas políticas de las masas. No así lo soviets. Estos dependen directamente de grupos orgánicos, tales como talleres, fábricas, minas, compañías, regimientos, etc. (…) Los electores del soviet, (…) permanecen constantemente ligados entre sí por las condiciones mismas de su existencia y de su trabajo cotidiano. El diputado está siempre sometido a la fiscalización directa de los electores, y en cualquier momento éstos pueden impartirle nuevas instrucciones, censurarlo, revocar su mandato y nombrar otro representante".

A su vez, es importante remarcar que el marxismo ha realizado una crítica mordaz al concepto de democracia, que no aclara su contenido de clase. Hay democracia obrera y democracia burguesa, y sus características son bien distintas. Lenin planteaba que las dictaduras del proletariado (el Estado obrero), basadas en soviets significaban la mayor democracia para las masas: “son precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas.”

Para Lenin, el soviet “es un Poder del mismo tipo que la Comuna de París de 1871. Los rasgos fundamentales de este tipo de Poder son: 1). La fuente del Poder no está en una ley, previamente discutida y aprobada por el Parlamento, sino en la iniciativa directa de las masas populares desde abajo y en cada lugar, en la “toma” directa del Poder... 2). Sustitución de la policía y del ejército, como instituciones apartadas del pueblo y contrapuestas a él, por el armamento directo de todo el pueblo; con este Poder guardan el orden público los mismos obreros y campesinos armados, el mismo pueblo en armas. 3). Los funcionarios y la burocracia son sustituidos también por el Poder directo del pueblo o, al menos, sometidos a un control especial, se transforman en simples mandatarios, no sólo elegibles, sino removibles en todo momento, en cuanto el pueblo lo exija; se transforman de casta privilegiada, con una elevada retribución, con una retribución burguesa de sus “puestitos”, en obreros de una “rama” especial, cuya remuneración no exceda al salario corriente de un obrero calificado”.

En síntesis, los socialistas luchamos por una sociedad donde no haya explotación de una clase sobre otra. En el camino de esa sociedad, peleamos por un gobierno de los trabajadores y el pueblo que rompa con el imperialismo y expropie a la burguesía; porque sabemos que en el capitalismo, aun los regímenes más democráticos, se oculta el verdadero sistema de explotación que sufre la mayoría del pueblo trabajador, por parte de un pequeño grupo de personas que son los dueños de las fábricas, las tierras, los bancos, etc. Queremos poner en pie otro tipo de democracia, la llamamos democracia directa, obrera o soviética, infinitamente más democrática que la de cualquier república burguesa. En ella, en lugar de votar, los ciudadanos, cada dos o cuatro años a sus representantes, los trabajadores eligen por lugar de trabajo a sus delegados, que asumen funciones ejecutivas y legislativas. La relación de este modo es mucho más directa, los trabajadores y el pueblo votan y tienen el poder de revocar a los delegados que dejan de representarlos, como bien nos muestra la historia de los soviets rusos de 1917 y los primeros años de la revolución.

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