Arte y revolución

Música y Propaganda en la Unión Soviética

Una breve historia de las organizaciones de agitación musical después de la revolución de Octubre

Por Nicolás Torino

En su mediocre novela Tommyknockers, Stephen King pone en boca de uno de sus personajes (un editor) la siguiente frase: “La política y la poesía rara vez combinan; la poesía y la propaganda, jamás”. Este fragmento parece representar cierto sentido común, cierta educación elemental que todo ciudadano occidental ha recibido en algún momento de su vida.

De hecho, parece corresponderse a los preconceptos que se tienen sobre la vida en la Unión Soviética. Gente triste, vestida de gris, bombardeada por una música de propaganda que si pudieran elegir no escucharían nunca.

Pero la Historia rara vez puede reducirse a esbozos tan simples y superficiales. La música soviética, ya sea el jazz, la música coral o la de propaganda, muestran que lejos de la imagen monolítica que presenta la lectura burguesa, la realidad muestra más bien fenómenos complejos, en los que, por ejemplo, cierta música de propaganda era popular, y su valor artístico puede ser reivindicado aún hoy.

Cuando los bolcheviques tomaron el poder hace casi 100 años el país se encontraba arruinado por largos años de dominio zarista y la absurda guerra imperialista, que había llevado a la muerte a millones de trabajadores y campesinos. Las crónicas de la época (por ejemplo Año Uno de la Revolución Rusa de Victor Serge) pintan un cuadro desolador, en el que los saqueos, la violencia y la miseria humana de algunos se mezclaba con el esfuerzo heroico de los trabajadores por reconstruir el país. La producción industrial y agropecuaria se encontraba prácticamente detenida, el hambre era general, y el analfabetismo de una parte importante de la población (140 millones de habitantes en esa época) era un impedimento a la hora de comunicar lo que estaba sucediendo. Era natural, entonces, que ciertos grupos de artistas, comprometidos con los valores revolucionarios, decidieran tomar cartas en el asunto.

Por Lenin

Se puede determinar como punto de inicio de la música de propaganda (agitmuzyka) la formación del Departamento de propaganda (Agitodel) en 1922. Dirigida por el afamado compositor Lev Shulgin, esta organización se ocupó en un principio de recopilar las viejas canciones revolucionarias. Sin embargo, y como solía suceder en esa época, rápidamente el objetivo viró no solo a ese trabajo etnológico, sino también hacia la composición de nuevas canciones que permitieran hacer llegar el mensaje de la revolución a toda Rusia.

Este departamento y sus derivados (dado que en 1923 iba a dividirse y cambiar de nombre varias veces hasta ser prohibido en 1932 por un decreto de Stalin), era el centro de la actividad musical de propaganda de la Unión Soviética.

Su composición era bastante plural, lo que llevaba a que en su prensa Música y Revolución apasionadas discusiones sobre la mejor forma de desarrollar el género, la relación entre arte y política y problemas técnicos de música y composición. Pequeñoburgueses y proletarios, la mayoría de los músicos que componían esta música lo hacían por bajos salarios (muchas veces inferiores a los de otros estilos más populares), que muchas veces eran suplementados dando clases en conservatorios o dirigiendo coros.

El compositor con mayor fama del grupo fue quizás Aleksandr Davidenko, o al menos lo hubiese sido de no ser por su temprana muerte en 1934. Nacido en Oddesa, huérfano a los 8 años, sus primeros contactos con la música fueron las canciones revolucionarias de los marineros. Después de un breve paso por el seminario, Davidenko se unió a un conservatorio, donde sus composiciones corales, como Pro Lenina (Por Lenin) y 1905 god (El año 1905) combinaban los estilos de vanguardia con esos cantos de su infancia, con un fuerte impacto en los músicos de la época.

Estos artistas utilizaban distintos y variados recursos para integrar la política con la música. Quizás el más común era el de introducir motivos de canciones revolucionarias en sus composiciones. Amapola Roja (Красный мак) de Reinhold Glière es un buen ejemplo de esto, dado que incorpora fragmentos de La Internacional:

Otros autores, con un estilo más cercano a las vanguardias, usaban los sonidos de la fábrica como instrumentos, o generaban composiciones colectivas. Pero la mayoría, sin duda alguna, componía obras corales, en estrecha relación con el Ejército Rojo y los clubes de trabajadores. Una de las obras de este tipo que perdura en el tiempo es la conocida Marsh Budennogo, que es un clásico del repertorio del coro del Ejército Rojo:

Popularidad

Una pregunta que es necesario contestar es si la música generada por estos grupos y asociaciones era popular. Hay al menos dos acepciones en las que se puede interpretar esta cuestión.

Por un lado, la primera acepción del problema se planteaba en el seno mismo de las organizaciones de músicos. Por ejemplo, Lev Lebedinskii, uno de los miembros más importantes de la RAPM en los 20’s, criticaba que la música producida por el grupo era o muy simplista y rústica o demasiado compleja e inaccesible, dado que la conducción ignoraba las necesidades de los campesinos y no impulsaba la composición colectiva y los compositores proletarios. Este sentido de popular, entonces, se cuestionaba cuál era la conexión entre los músicos de las organizaciones de propaganda, muchos con estudios en conservatorios y pertenecientes a la élite cultural de Moscú, y los trabajadores. Este problema de la mediación no es propio de la música o el arte, por supuesto, dado que también presentado en una forma más general puede pensarse en el ámbito más puramente político. Organizaciones como la Asociación de Compositores Revolucionarios y Músicos activistas (ORKiMD), que surgió a partir de esta crítica, se ocuparon de realizar encuestas para verificar las necesidades musicales de las instituciones proletarias (clubes, fábricas, el ejército rojo) y de reclutar compositores como el ya mencionado Davidenko. Estas medidas trataron de cubrir esta brecha, con resultados variados.

Por otro lado, la acepción más común de la pregunta se podría especificar de la siguiente forma: ¿cuánta gente escuchaba la música de propaganda? Por suerte, de esto existen cifras claras. En el año 1930, se calculaba en base a encuestas que el 18% de la música interpretada pertenecía a este género. Estas cifras pueden parecer muy bajas, fomentando la impresión de que la agitmuzyka no era bien recibida por los trabajadores. Sin embargo, en un contexto de oferta plural este número es bastante impresionante. Por comparación, podemos ver las estadísticas del consumo musical en EEUU del año 2014, con un 18% este tipo de música se ubicaría en el segundo puesto de los géneros más escuchados. En base a esta información, y a las descripciones disponibles, puede pensarse que la música de propaganda era escuchada, sobre todo en los clubes de trabajadores y las fábricas.

Algunas conclusiones

La música de propaganda soviética presenta ciertas características que la diferencian en puntos importantes de la música del mismo tipo en los estados fascistas, con la que suele ser frecuentemente comparada por los ideólogos liberales de turno.

Para empezar, se trataba de un fenómeno que empezó de forma casi autónoma a los centros de poder soviéticos. Esto se explica dado que hasta 1929, año en el que empieza la primera de las múltiples grandes purgas de Stalin y el control político se endurece en todos los ámbitos, la música en general contaba con grandes libertades y existía un pluralismo que permitía la diversidad de expresión.

Esta espontaneidad, combinada con una fuerte convicción política, produjo una serie de cambios en la forma de componer en la Unión Soviética. En el proceso dejaron obras y discusiones que son relevantes aún hoy, y que permiten comprender un poco mas cual es la relación entre música y política.

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