Epoca

Los bolcheviques se ganan la simpatía del personal subalternos del Smolny

A cien años de la revolución rusa, la memoria prodigiosa de León Trotsky nos acerca una serie de anécdotas, algunas bellas otras trágicas, que enriquecen aun más, la gran gesta de la clase obrera rusa y de las figuras más destacadas que allí intervinieron.

En el comedor nos repartían té y butterbrots de pan negro con queso o caviar colorado que abundaba en el Smolny, como mas tarde en el Kremlin. Para cenar, nos daban chtchi (sopa de repollo) con un pedazo de carne.
El encargado del bufet del Comité Ejecutivo era el soldado Grafov. Cuando más nos atacaban, mientras Lenin era declarado espía alemán, y tenía que permanecer escondido en una choza, advertí que Grafov procuraba escoger para mí el vaso de té más caliente y el mejor de sus butterbrots, pero sin mirarme de frente. Era evidente que aquel hombre simpatizaba con los bolcheviques, aunque quisiera ocultarlo a sus superiores. Seguí observando. Grafov no estaba solo. Todo el personal subalterno del Smolny, porteros, correos centinelas, se inclinaban hacia los bolcheviques. Entonces comprendí que ya habíamos ganado la mitad de nuestra causa. Pero por el momento sólo la mitad.

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