Primera Guerra Mundial

Guerra Mundial y Revolución (Parte 2). “Atruena la razón en marcha”.

Desde comienzos del siglo XX la reflexión sobre la guerra ha estado unida a la perspectiva de la revolución. Aquí veremos la segunda parte de cómo la Primera Guerra Mundial influyó en la Revolución Rusa.

Por Guillermo Iturbide

En la primera parte de este artículo escribíamos sobre las condiciones que aproximaban la catástrofe de la guerra a la posibilidad de sacarse de encima, mediante la revolución, a los capitalistas que la provocaron. Ahora vamos a contar brevemente las discusiones dentro de la izquierda internacionalista y cómo los dos principales dirigentes de la Revolución Rusa, Lenin y Trotsky, transitaron previamente por carriles distintos, aunque paralelos, respecto a este problema y cómo confluyeron en el momento decisivo de la prueba de 1917.

La izquierda marxista europea durante la Primera Guerra Mundial

A grandes rasgos, se podían reconocer en el movimiento socialista tres posiciones sobre la guerra. En primer lugar, la derecha, que era el sector mayoritario de la burocracia sindical y de los partidos socialistas que apoyaba a sus propios gobiernos en la guerra. Este sector declara una tregua en la lucha de clases, la “paz civil”, y se dedica a enviar obreros a las fuerzas armadas, a organizar la producción de guerra, y a hacer que los obreros trabajen más por menores salarios, como parte de su contribución al esfuerzo “patriótico”. Tratan de prevenir las huelgas, y en caso de que estallen, las enfrentan decididamente. Sus principales referentes son Scheidemann, Ebert y Noske en Alemania; Guesde, Renaudel y Briand en Francia; Plejanov en Rusia. En segundo lugar, el centro, que se trataba de un amplio sector intermedio. Este sector es heterogéneo. Parte de este grupo sostenía una oposición pasiva a la guerra, es decir, declarándose en contra pero sometiéndose a la mayoría guerrerista, y hasta incluso en numerosas oportunidades votando los créditos de guerra “por disciplina partidaria” y condenaba los excesos “nacionalistas” de la mayoría. Considera que la Internacional es un “instrumento para tiempos de paz”, no apto para tiempos de guerra, y por lo tanto debe disolverse momentáneamente y no obstruir los esfuerzos militares de los gobiernos, para reconstruirse una vez que se haya alcanzado la paz. Parte de este mismo sector levantaba la bandera de una paz que restableciera el statu quo previo a la guerra, y consideraba que se podía frenar la guerra y evitarla en el futuro mediante tratados entre Estados y tribunales de arbitraje para la limitación de las armas y las reducciones de los ejércitos, conferencias de paz, organizaciones internacionales de Estados, etc. Su principal representante era Karl Kautsky, el mayor teórico de la Segunda Internacional y otros como Jean Longuet en Francia. En tercer lugar, un sector de izquierda, al comienzo minoritario, que se ubica contra el apoyo a cualquier bando beligerante y busca reconstruir los lazos internacionales del movimiento obrero para que este intervenga con el objetivo de terminar la guerra.


Friedrich Ebert


Gustav Noske

Los internacionalistas buscan levantar cabeza y plantar un “tercer campo” en la guerra

El 4 de septiembre de 1915, los partidos socialistas suizo e italiano convocan a una conferencia en la aldea suiza de Zimmerwald a los socialistas que se oponen a la disolución de la Internacional, y a la guerra. Asisten 40 delegados de 11 países. Su histórico Manifiesto declara que “la guerra que ha provocado todo este caos es producto del imperialismo, de los esfuerzos de las clases capitalistas de cada nación para satisfacer su apetito por la explotación del trabajo humano y de los tesoros naturales del planeta… están enterrando, bajo montañas de escombros, las libertades de sus propios pueblos, al mismo tiempo que la independencia de las demás naciones.” No obstante, su principal déficit fue no plantear más concretamente cómo se podía implementar esto último. Tampoco condenaba abiertamente a la dirección de la II Internacional por su traición. Los bolcheviques rusos eran el ala izquierda de esta conferencia, y quienes más tenían en claro ambos problemas. La moción de Lenin plantea la derrota de los gobiernos capitalistas y convertir la guerra imperialista en guerra civil fue rechazada. A pesar de estas limitaciones, Lenin consideró a Zimmerwald como un paso importante.

Los dos principales dirigentes de la Revolución Rusa transitaron por caminos separados entre 1903 y 1917. Mientras Lenin condujo a los bolcheviques durante ese período, Trotsky, dentro de la socialdemocracia rusa, se mantuvo por fuera tanto de los bolcheviques como de los mencheviques, aunque sus posiciones estaban más cerca de los primeros que de los segundos. A rasgos generales, podríamos expresar las diferencias entre ambos. Trotsky consideraba que una consigna central para la agitación era la lucha por la paz. Para Lenin esto era una concesión al sector centrista de Kautsky, y para él “la transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea ”. Los kautskianos planteaban la paz en los marcos del capitalismo. Por el contrario, el contenido de la paz para Trotsky implicaba arrancarla por medio de la lucha revolucionaria contra la burguesía de los países beligerantes y sus ejércitos . Para Trotsky, la consigna que coronaba el programa de paz debía ser la de los Estados Unidos republicanos de Europa. Estaba ligada a la lucha revolucionaria por la paz. Las clases obreras de los países beligerantes debían tomar el poder de sus Estados y unir los gobiernos obreros por encima de las fronteras. Solo así sería verdaderamente posible una Europa unida sin más guerras, que al mismo tiempo sería un gran aliciente para la revolución mundial. Nuevamente, Lenin veía aquí la influencia de Kautsky. Además, para el líder bolchevique, no existían los pre-requisitos económicos necesarios para esto, dada la gran desigualdad en el desarrollo de los distintos países europeos. En este último punto, las diferencias entre Lenin y Trotsky se basaban claramente en dos distintos puntos teóricos de partida del análisis del capitalismo. Trotsky partía del capitalismo como una realidad mundial que determina a los distintos Estados nacionales (que es la base de su teoría de la revolución permanente) volviendo obsoleta la vieja distinción, a la que Lenin aún adhería, entre países maduros e inmaduros para el socialismo, tradicionalmente mantenida por la II Internacional. Este último, además, planteaba que “no puede caber duda alguna de que, desde el punto de vista de la clase obrera y de las masas trabajadoras de todos los pueblos de Rusia, el mal menor sería la derrota de la monarquía zarista, el gobierno más reaccionario y bárbaro que oprime a un mayor número de naciones y a una mayor masa de población de Europa y de Asia.” “Es indudable que la importante labor de agitación contra la guerra, efectuada por una parte de los socialistas ingleses, alemanes y rusos, debilitó la potencia militar de sus respectivos gobiernos, pero tal agitación fue un mérito de los socialistas. Estos deben explicar a las masas que para ellas no hay salvación fuera del derrocamiento revolucionario de “sus” gobiernos y que las dificultades con que tropiezan estos gobiernos en la guerra actual deben ser aprovechadas con ese fin.” Esta posición se hizo conocida como “derrotismo”.


Karl Kautsky

Trotsky temía que esto se tradujera mecánicamente en una política de boicot sistemático al ejército para lograr la derrota del propio país, con el objetivo de provocar la revolución. Si bien esto podría ocurrir, para él en este caso era muy factible que, por el contrario, tras una derrota militar se produjera una revolución prematura y débil que terminara rápidamente aplastada. El error de Trotsky era no entender que el planteo de Lenin consistía en no detener la lucha de clases durante la guerra, ni siquiera ante la posibilidad de que, a consecuencia de ello, el propio gobierno imperialista pudiera ser derrotado por los Estados enemigos. Pero había una diferencia más, tal vez la principal. Para Trotsky debía buscarse la unidad con todas las corrientes más o menos hostiles a la guerra, incluyendo los sectores de izquierda del “centro” kautskiano. Para Lenin esta unidad podía terminar atando las manos del sector revolucionario, y la negativa a romper con estos sectores implica una mano tendida hacia Kautsky .

La Revolución rusa de Febrero de 1917 terminó barriendo estas diferencias, confluyendo en el proceso que permitió el triunfo de la Revolución de Octubre.

Los libros citados en este artículo, León Trotsky y el arte de la insurrección, 1905-1917 de Harold Walter Nelson, y Marxistas en la Primera Guerra Mundial de V. Lenin, L. Trotsky y otros, fueron publicados por Ediciones IPS.

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