Ejército

El ejército zarista

Así como la revolución francesa puso en desuso las formas del ejército y de lucha aristocráticas, el Ejército zarista concentraba las contradicciones de un régimen que merecía perecer.

Por Liliana O. Caló

“El instrumento de las guerras son los ejércitos. Y como en las mitologías nacionales, el propio Ejército se considera siempre invencible, las clases gobernantes en Rusia no se veían obligadas a hacer una excepción para el ejército zarista. En realidad, éste no representaba una fuerza seria más que contra los pueblos semibárbaros, los pequeños países limítrofes y los Estados en descomposición; en la palestra europea, este ejército podía luchar coaligado con los demás. En el aspecto defensivo, su eficacia estaba en relación directa con la inmensa extensión del país, la densidad escasa de población y las malas comunicaciones” (León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa).

Fuerzas morales

Hacia comienzos del siglo XX, Europa no solo exportaba manufacturas y capitales sino también guerras expansionistas. La guerra ruso japonesa de 1904/05 fue el resultado del conflicto de intereses entre la expansión de la Rusia zarista y los planes japoneses por ganar posiciones en Asia, especialmente sobre Corea y Manchuria.

Las guerras son fenómenos sociales que a su manera adelantan procesos y conflictos que luego se irradian al conjunto de la sociedad. No en pocos casos este veredicto se ha confirmado milimétricamente. En el caso que nos ocupa, la guerra ruso-japonesa y su legado a la Revolución Rusa esta conclusión se confirma plenamente.

El triunfo del Ejército imperial japonés resultó inesperado para los principales centros de poder en el mundo, pues pocas veces potencias de la envergadura de Rusia, poseedoras de enormes ejércitos, eran derrotadas por Estados no occidentales. Si para Japón supuso ingresar al escenario mundial por la puerta grande –su Armada ganaría un prestigio nacional e internacional que duró hasta la Segunda Guerra Mundial- para las clases dominantes rusas no significó más que el adelanto de futuras catástrofes y la evidencia de la completa nulidad de un Ejército que en el pasado se había demostrado invencible, una fortaleza que comenzaba a tambalearse.

Esta derrota y los sucesos revolucionarios de enero de 1905 pusieron en jaque al régimen zarista obligándolo a otorgar concesiones, como la promesa de una Constitución que incluía la convocatoria a un parlamento (Duma), en un intento de recomponer la legitimidad pero insuficiente para restablecer su fortaleza anterior.

El declive y fracaso de las fuerzas militares rusas, cuya organización y estructura estaban ligadas al orden social y político del zarismo, se hizo sentir especialmente sobre la autoridad del zar y la nobleza. Así como la revolución francesa puso en desuso las viejas formas del ejército y de lucha aristocráticas, desplazado por la fuerza plebeya de la población en armas, el desmoralizado y deficiente Ejército ruso concentraba las contradicciones de un régimen social que merecía perecer.

Fuerzas materiales

“La semiabolición del régimen servil y la implantación del servicio militar obligatorio modernizaron el ejército dentro de los mismos límites que el país: es decir, llevaron a él todas las contradicciones de una nación que aún no había hecho su revolución burguesa. Cierto es que el ejército zarista fue organizado y equipado a tono con el ejemplo de los países occidentales pero esto afectaba más a la forma que al fondo” (León Trotsky, op. cit.).

La última gran reforma militar del zarismo se remonta a Alejandro II, cuando en 1874 pone en marcha la reorganización del Ejército, luego de la derrota rusa en la Guerra de Crimea. Por la misma se establecía el servicio militar obligatorio, eliminando el derecho de exención del servicio militar a la nobleza que conservó los altos puestos de mando.

Se calcula que previo al inicio de la Primera Guerra Mundial, las fuerzas del Ejército Imperial Ruso de casi 1.500.000 miembros, se elevó a 5.400.000 luego de la movilización provocada por la guerra, incorporando a millones de campesinos ahora convertidos en soldados, contando para entonces con tres flotas: la del Báltico, la del Pacífico y la del Mar Negro distribuidas para atender tres frentes de batalla distintos.

A pesar de la fuerza de su infantería antes de la guerra (110 divisiones activas), su superioridad numérica resultó no solo insuficiente para derrotar a sus enemigos sino que se convirtió en un problema por las dificultades logísticas, la falta de carreteras y vías férreas, para mantener y trasladar un contingente de fuerzas de tales dimensiones. Además, la caballería (40 divisiones) era ineficaz para la guerra moderna, sin artillería adecuada que le permitiera abrirle paso, los esfuerzos para vencer estaban condenados al fracaso.

Los altos mandos y los puestos oficiales eran ocupados casi exclusivamente por miembros de la nobleza, con todos sus vicios. Su escasa preocupación por el desarrollo técnico y de ingeniería del ejército fue otra de las falencias: antes de la guerra, el total del cuerpo de ingenieros militares y técnicos estaba compuesto por menos de 900 militares. Esta falta de preparación en el manejo táctico de las tropas no hizo más que agravarse con el inicio de la guerra imperialista.

El desarrollo desigual y combinado del imperio ruso también se haría sentir en el terreno bélico. Los primeros meses del conflicto pondrían en evidencia el desigual desarrollo económico del país: la industria era incapaz de satisfacer las necesidades del ejército, creando una enorme dependencia de las importaciones de suministros básicos como armamento y municiones y un enorme despilfarro de recursos del Estado para adquirirlas.

Ni la vastedad del territorio ni el la fuerza numérica de su ejército pudieron frente al desafío que la Guerra le preparaba. El soldado campesino no estaba a tono con el desarrollo de la técnica militar. Se estima que casi el 50% de los soldados en 1914 no sabía leer ni escribir. El sistema de comunicaciones organizado fundamentalmente alrededor del ferrocarril no estaba preparado para los tiempos y exigencias de una guerra prolongada y de desgaste.

Otras fuerzas represivas

La Ojrana

Era la policía secreta de los zares, creada en 1880 con la finalidad de derrotar los movimientos subversivos que desafiaban al imperio. Contaba entre sus filas con grupos preparados para infiltrarse en las asociaciones sindícales y partidos políticos, en la redacción de revistas y periódicos.

Se calcula que en la sede de la Ojrana en Petrogrado se recibían informes de más de treinta mil agentes. Este cuerpo policial fue disuelto después del triunfo de la Revolución de Octubre de 1917.

La Tercera Sección o Policía

La Tercera Sección, como era llamada la policía, se integró bajo el reinado de Alejandro II al Ministerio del Interior sin perder sus privilegios ni su independencia frente a los fueros judiciales. Tenía atribuciones por los que podía detener, desterrar y hacer desaparecer personas sin dejar rastro, o condenar a la cárcel sin procesos previos. Es decir actuaba con total impunidad.

Los cosacos

El Ejército de los cosacos se identificaba con este nombre pues se correspondía con un pueblo, una de las tantas nacionalidades dentro del imperio que el zar no pudo derrotar y terminó por concederles cierta autonomía. Se integraron al Ejército del zar, prestaron servicio como soldados de sus fuerzas militares recibiendo a cambio grandes privilegios y la eximición de impuestos. Se destacó la caballería cosaca como fuerza de choque especial al servicio del zar.

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