John Reed

El Soviet de Petrogrado llama a los Cosacos a suspender su procesión

El periodista Jhon Reed describe las vísperas de la insurrección del Octubre ruso

Así describe Jhon Reed el 4 de noviembre de 1917
"Se había designado para el domingo 4 de noviembre el "Día del Soviet de Petrogrado" donde se celebrarían grandiosos mítines por toda la ciudad. Estos mítines se convocaron con el pretexto de recaudar fondos para las organizaciones y la prensa de los Soviet; en realidad, se trataba de una demostración de fuerzas. De repente se supo que el mismo día se llevaría a cabo una procesión de los cosacos en honor del icono de 1812, cuya milagrosa intervención había expulsado a Napoleón de Moscú.

La atmósfera estaba cargada: una chispa podía producir el incendio de una guerra civil. El Soviet de Petrogrado dirigió a los "Hermanos cosacos" el siguiente manifiesto:
Se los quiere lanzar contra nosotros, que somos obreros y soldados. Este plan fratricida lo han urdido nuestros enemigos comunes, los, tiranos de la nobleza, los banqueros, los grandes terratenientes, los antiguos funcionarios, los antiguos servidores del zar.
Todos los usureros, todos los ricachos, los príncipes, los nobles, los generales, incluso los vuestros, cosacos, nos odian. Sólo esperan el momento de aplastar el Soviet de Petrogrado y de ahogar la revolución.
Se está preparando una procesión cosaca para el 4 de noviembre. Cada uno de ustedes decidirá, según su conciencia, si debe o no participar en ella. Nosotros no nos inmiscuimos en este asunto, ni pretendemos poner trabas a la libertad de nadie... Sin embargo, llamamos vuestra atención. Cosacos, ¡Tengan cuidado de que, con el pretexto de una procesión religiosa, vuestros Kaledines no los lancen contra los obreros y los soldados!
El Soviet de Diputados obreros y soldados de Petrogrado
Inmediatamente la procesión fue suspendida...

En los cuarteles, en las barriadas obreras, los bolcheviques difundían su consigna: "¡Todo el poder a los Soviets!", mientras que los agentes de la reacción invitaban taimadamente al pueblo a sublevarse y asesinar a los judíos, a los comerciantes y a los jefes socialistas.
De una parte, la prensa monárquica incitaba a la represión sangrienta; de otra, la potente voz de Lenin clamaba: "¡Ha sonado la hora de la insurrección! ¡No podemos esperar más!"
La prensa burguesa estaba también inquieta. La Birshevta Vie-domosti ("Noticias de la Bolsa") denunciaba la propaganda bolchevique como un ataque contra "los más elementales principios de la sociedad: la seguridad individual y el respeto a la propiedad privada".
Pero los que mostraban mayor hostilidad eran los periódicos socialistas "moderados". Los bolcheviques son los enemigos más peligrosos de la revolución", declaraba el Dielo Naroda. El órgano menchevique Dien escribía: "Es preciso que el gobierno se defienda y nos defienda." El diario de Plejanov, ledinstvo ("La Unidad"), llamaba la atención del gobierno sobre el hecho de que se estaba armando a los obreros de Petrogrado, y exigía severas medidas contra los bolcheviques.
El gobierno parecía cada día más impotente. La autoridad municipal se hundía también. Los diarios de la mañana aparecían repletos de noticias sobre robos y crímenes audaces, cuyos autores quedaban en la impunidad.
Obreros armados patrullaban por la noche, persiguiendo a los ladrones y requisando todas las armas que encontraban."

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