Epoca

Águilas: que no quede ni una sola

A partir de la revolución de febrero se volvió una costumbre cotidiana destruir los símbolos del Antiguo Régimen.

Los manifestantes atacaron a las encarnaciones visibles de los Romanov: el águila bicéfala, la bandera nacional, los retratos y estatuas del zar, los monumentos y símbolos de poder imperial; símbolos de su tiranía.

Para la multitud de 1917, el águila bicéfala simbolizaba al gobierno imperial, y tomar el control sobre la imagen del águila era una fuerte señal de victoria del pueblo. La iniciativa para esta revolución simbólica vino de abajo. Ya el 28 de febrero la gente había estado "asando águilas" - un chiste popular refiriéndose a la quema y fundición de monogramas zaristas. La multitud también bajó y destruyó varias águilas estadounidenses. En un intento desesperado de salvar sus emblemas de un destino similar, los extranjeros colocaron en sus estatuas y edificios, carteles con el ruego, por ejemplo, de: "Esta águila es italiana". Pero eso no disuadió a la multitud. Los empleados de tiendas tiraron las águilas de los rótulos de las farmacias. Los abrigos de los soldados y otros trapos cubrían las águilas demasiado grandes para descolgar. Las águilas en las puertas y verjas del Palacio de Invierno se taparon con tela roja.

La eliminación física y simbólica de este símbolo zarista expresaba las ansias por enterrar para siempre el pasado de opresión.

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