Soviet

1917: resurge el Sóviet de Petrogrado

Un 12 de marzo de 1917 (27 de febrero para el calendario ruso) se reunía en el Palacio de Táurida el Sóviet de Petrogrado. Un día después se incorporaban los soldados, transformándose en el Sóviet de Diputados Obreros y Soldados.

Por Jazmín Jiménez y Martín Espinoza

La palabra rusa Sóviet trascendió dos siglos y se incorporó al lenguaje universal. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo fue perdiendo su sentido revolucionario. ¿Sólo por azar o simple devenir de la historia y los cambios culturales? Para nada. Las derrotas sufridas por la clase trabajadora y las masas a lo largo y lo ancho del mundo hicieron lo suyo. El imperialismo hizo mucho para borrarla de la subjetividad de las masas porque eso significaba borrar toda memoria histórica, toda subjetividad revolucionaria. Su identificación con el régimen estalinista terminó de vaciarla de su sentido original. Hasta su disolución en 1991, existió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus habitantes eran conocidos como “soviéticos”. La ofensiva neoliberal de Reagan y Thatcher fue mucho más allá. Como todo un signo de época, en los 90 hasta llegó a ponerse de moda una marca de ropa llamada “Sóviet”, que en su estética se re-apropió de los símbolos de la vieja URSS en clave posmoderna.

Sin embargo, la palabra que significa en ruso simplemente Consejo o Junta, nació en la Rusia revolucionaria de principios del Siglo XX. Los Sóviets fueron la experiencia de autoorganización de las masas explotadas y oprimidas más extraordinaria y democrática que conoció la historia. Luego se transformó en la base del nuevo Estado de los trabajadores y campesinos pobres, para la edificación de una nueva sociedad sin explotados ni explotadores.

Fue en 1905 cuando los Sóviets aparecieron por primera vez producto de la huelga revolucionaria. Experiencia que quedó marcada en la conciencia de los trabajadores.

El dirigente catalán Andrés Nin, en su artículo “Los Soviets: Su origen, desarrollo y funciones” de 1932, los describió muy bien: “Lo que no ofrece la menor duda es que el proletariado ruso, al crear los Sóviets, dio al proletariado internacional una nueva forma de organización de la clase obrera. Los Sóviets son, en realidad, organismos netamente revolucionarios, inconcebibles en la época de desarrollo pacífico y que persiguen como fin la transformación inmediata y radical de todas las relaciones sociales. El prestigio de esa nueva forma de organización era inmenso entre la masa obrera rusa. Los trabajadores decían: ‘Lo que el Sóviet diga, haremos’; y en efecto, lo consideraban como su propio Gobierno, y sus órdenes y decretos los llevaban a la práctica sin vacilar. Nunca ha existido organización alguna que contara con una confianza tan ilimitada de las masas y que estuviera ligada con ellas de un modo tan estrecho. Los obreros en las fábricas elegían a sus diputados al Sóviet. Estos debían dar cuenta de su gestión a sus electores y era cosa corriente que el diputado que no cumpliera a satisfacción de estos últimos la misión que le había sido confiada, fuera destituido y sustituido por otro”

El sóviet en febrero de 1917 y las diferencias con 1905

Después de la revolución de febrero de 1917, el Sóviet concentraba la acción de los trabajadores y sectores populares. En la psicología de las masas se producían cambios profundos. Los obreros se armaban y ponían en pie las Guardias Rojas para defenderse de los ataques contrarrevolucionarios. La ciudad de Petrogrado se encontraba en asamblea permanente, todo se discutía, en todas partes. El Sóviet de esta ciudad generaba la adhesión de las masas y actuaba como el centro dirigente de la Revolución. Cuestionaba de hecho al Estado burgués al influir en cuestiones centrales que iban desde la subsistencia cotidiana hasta la tesorería y el banco del Estado, pasando por la imposición del "control obrero" en las fábricas; controlaba los transportes y la seguridad pública. Siendo además el organismo donde los representantes de los obreros y de los soldados (campesinos con uniforme producto de la guerra) deliberaban.

El Sóviet, resurge el 12 de marzo de 1917 (27 de febrero), en el Palacio de Táurida, donde funcionaba la Duma (Parlamento). Trotsky explica que a diferencia de 1905 el “Comité ejecutivo del Sóviet de Diputados obreros”, que era su dirección política, tenía muy poco que ver con esta denominación que se auto asignaba. En 1905 surgió de la huelga general como representante directo de las masas en lucha. La selección de las personas que lo componían se hizo bajo el fuego. El órgano directivo fue elegido por el Sóviet para la dirección ulterior de la lucha. Y fue el Comité Ejecutivo de 1905 el que acaudilló y puso a la orden del día la insurrección. La Revolución de febrero de 1917 triunfó gracias a la sublevación de los regimientos, antes de que los obreros crearan los Sóviets. El Comité ejecutivo se constituyó por sí mismo, antes del Sóviet, sin la intervención de las fábricas y de los regimientos, después del triunfo de la revolución. Los dirigentes efectivos de los trabajadores estaban aún en la calle, desarmando a los unos, armando a los otros, consolidando la victoria. Los más perspicaces se inquietaron al recibir la noticia de que en el palacio de Táurida había surgido un Soviet de diputados obreros. La autoridad conquistada por el Comité Ejecutivo en el mismo día de constituirse se basaba en la ficción de que venía a recoger la herencia del Sóviet de 1905. El Comité ejerció luego una influencia decisiva tanto en la composición del Sóviet como en su política. Fueron necesarios meses enteros de nuevos conflictos y de lucha y de nuevas circunstancias, para que los Sóviets, que en un principio no era más que órganos que venían a coronar el triunfo después de la insurrección, se convirtiesen en órganos auténticos de lucha y de preparación de un nuevo alzamiento.


El comité ejecutivo del soviet de diputados obreros presedido por los mencheviques

El pueblo tenía confianza en el Sóviet, estaba armado; por lo tanto, el Sóviet era el poder. Así lo creían. Una avalancha constante de soldados, de obreros, de mujeres de soldados, de pequeños vendedores, de empleados, de madres, de padres, abrían y cerraban las puertas, buscaban, preguntaban, lloraban, exigían, obligaban a tomar medidas, a veces indicaban con precisión qué medidas debían tomarse y erigían, efectivamente, al Sóviet en un poder distinto, revolucionario.

El gran cronista de la Revolución Rusa, John Reed, escribió: “Nunca antes se creó un cuerpo político más sensible y perceptivo a la voluntad popular. Esto era necesario, pues en los períodos revolucionarios, la voluntad popular cambia con gran rapidez.”

El Sóviet por su elasticidad podía facilitarle a las masas la comprensión de los errores cometidos y su rectificación. En esto consistía precisamente una de las principales garantías que aseguraban el desarrollo de la Revolución.

Dos clases, dos poderes

En abril de 1917, Lenin señaló que “el rasgo más notable de nuestra revolución es que ha dado origen a un doble poder.” Y explicaba que junto al Gobierno Provisional de la burguesía había surgido otro Gobierno: los Sóviets de Diputados Obreros y Soldados. Dos poderes irreconciliables como los intereses de las clases que representaban. Rivalizaban inevitablemente y se preparaban para el futuro enfrentamiento.

La Revolución de febrero había terminado con un resultado paradójico. Por un lado, el gobierno quedaba en manos de representantes burgueses, terratenientes y socialrevolucionarios, contando con el apoyo del Comité Ejecutivo de los Soviets, hegemonizado por los mencheviques y los socialistas revolucionarios, partidos que conciliaban con la burguesía. Sin embargo, las masas no confiaban en la burguesía, al contrario la colocaban casi en el mismo plano que a la nobleza y a la burocracia. Y sólo ponían sus armas a disposición de los sóviets.

Órganos de Gobierno

Para Lenin “el sóviet de diputados obreros es el único Gobierno revolucionario posible, el único en expresar directamente la conciencia y la voluntad de la mayoría de los obreros y campesinos. Hasta ahora la humanidad no ha creado y hasta ahora nosotros no conocemos un tipo de Gobierno superior ni preferible que los sóviets de diputados obreros, trabajadores rurales, campesinos y soldados.” Los Sóviets eran la única forma posible de gobierno revolucionario y la base para construir un nuevo Estado. Pero, para conquistar las demandas fundamentales de la revolución, debían madurar como organización de poder, y así lo hicieron luego de una serie de giros bruscos, avances y retrocesos.

“Los soviets son los órganos que preparan a las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder” definía Trotsky

Soviets y Partido

Trotsky advierte, sin embargo, que “los Sóviets no resuelven por sí mismos la cuestión (del poder). Según sean su programa y su jefatura, así habrán de servir para diversos fines (…) El problema de la conquista del poder solo puede resolverse mediante la combinación del partido con los soviets o con otras organizaciones de masas que de un modo u otro les equivalgan.” Por lo tanto, era necesaria la acción de un partido revolucionario que se enfrentara a los partidos conciliadores, que ganara la dirección de los Sóviets y, con agudeza estratégica, supiera distinguir los tiempos, saber cuándo atacar y cuándo retroceder, cuándo prepararse, y cuándo tomar el poder.

En el enfrentamiento con los partidos conciliadores los bolcheviques debían confluir con la vanguardia obrera y ganar la dirección de los Sóviets. Para eso el partido debía actuar como un estratega de todo el proceso revolucionario, distinguiendo los tiempos y orientando el paso de las luchas. Sólo una dirección revolucionaria podía jugar ese rol. El Partido Bolchevique, dirigido por Lenin y Trotsky, se atrevió y lo logró.

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